Cuando subíamos las escaleras con nuestros equipajes, nos sorprendió ver la puerta de la casa de Missis Warren precintada con una cinta de la policía. Nos quedamos demudadas.
—¿Qué ha pasado? —preguntó mi amiga a la vecina del piso bajo que se asomó a regar las petunias de su ventana o tal vez, como excusa para cotillear nuestra llegada.
—¡Oh!! —respondió la anciana señora— ¡Es increíble! Parece ser que Sarah mató al marido de su hija. Lo encontraron en el canal ¿recuerdan? Se la han llevado... y han precintado la casa... no sabemos más.
—¡Oh, no! —dijo mi amiga sin poder controlar la sorpresa— ¡cómo es posible!
—Si hacemos caso de los comentarios... —siguió explicando la anciana—, parece ser que el yerno maltrataba a su hija y un día que vinieron a verla, entre las dos decidieron acabar con su vida... y lo tiraron al canal ¡qué cosa más terrible...!
—Ni que lo diga... —respondió mi amiga. Sin más palabras entramos en nuestra casa.
Yo dejé las maletas en el suelo y le dije triunfante:
—A partir de ahora, voy a hacerle caso a mi intuición... ¡y no me repliques...! ¿Preparamos un té?
Sin esperar respuesta, puse a calentar agua en la tetera.
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